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La democracia NO es propia de los mexicanos

México, una Nación prolífera en recursos naturales, primer mundista en atracciones turísticas que la misma Madre Tierra edificó con sus propias manos, dándoles hermosura incomparable y sede de construcciones declaradas patrimonios de la humanidad que nos hacen recordar o intentar imaginar en el subconsciente, cómo vivieron las culturas mesoamericanas. Con todo este currículum México estaría en boca de todos, faltaría la cereza en el pastel que impulsara a esta Nación dentro de las diez primeras potencias mundiales, una transición política estable. Lastimosamente sigue siendo una vereda inalcanzable.

Desde hace doscientos cinco años los mexicanos luchan por la independencia y libertad de construir su propia autonomía como Nación y fertilizar una tierra violada por conquistadores europeos (la esencia de los labradores aztecas atiborrada casi por completo). Y en ciento cinco años hemos luchado por una democracia constitucional validada y que transite por las vías de una política a la vanguardia.

Estas dos fechas han dejado los residuos de las bases con las cuales se planearon las dos luchas más significativas que determinaron el futuro de México, simples migajas de dos palabras que se volvieron sinónimos, democracia y libertad.

Actualmente los mexicanos siguen en las trincheras peleando por esas dos palabras convertidas en hermanas, hasta el derramamiento total de la sangre azteca; por dos ideas, dos utopías, pero ¿cuál debe ser defendida?

La transición política en este Estado ha tenido altibajos y sucesos que cambiaron el transcurso de la historia para siempre, hechos dolosos y oscuros, sin poder modificarlos. Un año de mil novecientos sesenta y ocho que dio la primera estocada a unos ciudadanos deseosos de promulgar ideas izquierdistas, o esa fue la justificación para realizar una masacre terrorífica e infernal que auspicio Díaz Ordaz, no me detendré a explicar los sucesos que remarcan muchos autores como el promotor de llevar a este país “al carajo”.

Dejando a un lado los episodios oscuros, hubo otros que llenaron de esperanza. Mil novecientos setenta y siete, fue cuando la Constitución y la participación electoral tanto para partidos como ciudadanos sufrió reajustes significativos. Los partidos de izquierda salían del anonimato financiero, ya no estaban en decadencia económica; el Gobierno Federal dotaba de subsidios a cada partido político para su permanencia en la lucha del poder o la silla del águila.

Aunque una interrogativa yacía en las bocas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se mantenía de las aportaciones voluntarias de los ciudadanos desde tiempos muy remotos, sumando la oligarquía naciente en el Gobierno de la República y que dichos Presidentes daban por debajo de la mesa dinero sucio para seguir manteniendo el poder en sus manos.

Muchas personas dejaban de dar saltos de fe en las esferas políticas. La participación ciudadana se empezaba a desarrollar efectivamente, con nuevas ideologías, propuestas políticas de la oposición y las alternancias en los poderes, principalmente en los municipios y Estados con mayor desarrollo económico o turismo.

Los Congresos abrían sus puertas a diferente partidos, las sillas ocupadas por los diputados del partido hegemónico se deshabitaban y eran ocupadas por diputados izquierdistas (antes eran lo políticamente incorrecto en una Nación declarada derechista).

El futuro miraba a un horizonte cuando en el año de mil novecientos ochenta y ocho el jefe de Gobierno provino de la izquierda mexicana, al fin se lograba derrocar al PRI, partido que contralaba cada rincón del país.

La transición en la democratización soñaba con una pronta resolución. La teoría y la praxis de la democracia y libertad ya era la cosmovisión de todos los mexicanos. ¿Al fin conseguíamos vivir en igualdad y democracia?

Los sentidos de igualdad cada año son más extensos y abarrotados. Cada individuo nace siendo libre y ser respetado en cada uno de los derechos establecidos en la Constitución al cumplir la mayoría de edad. Pero las burocracias y las elites del poder siguen siendo los controladores y los principales beneficiados en las leyes promulgadas.

Crear reformas, voto secreto con elecciones limpias, participación ciudadana recurrente, igualdad de género o de pensamiento, vivir en comunidad, tolerancia como la fuerza vital de la concordia y respetar a cada ser humano hasta donde alcancen las leyes, son y seguirán siendo las bases para la democracia. ¿Cuántos de estos puntos son concretados?

Los mexicanos desean ser los elegidos de la democracia sin hacer nada a cambio, esperan sentados a que el Gobierno actúe de forma paternalista y romántica para darles personalmente en sus manos los recursos primordiales para existir con dignidad. Sumando el actuar bajo sus propios parámetros sin que nadie se entrometa o ajustarse a las leyes ya establecidas dentro de la Constitución.

La democracia en exceso embriaga a los gobernados, obtener tantas libertades sin que nazca un poco de autoritarismo por parte del Gobierno Federal puede ser un cáncer difícil de revocar o curar. Los sentimientos de un Estado libre evolucionaron en actuar sin ley ni orden. La corrupción de los mismos ciudadanos y la inseguridad por grupos delictivos o anarquistas mantienen los índices de estabilidad completamente bajo del promedio. Las tesis y estudios etnográficos califican estos sucesos como originados por las crisis económicas que afronta el país cada cierto periodo de tiempo, con una bolsa que siempre va a la baja y es superada por la moneda del vecino estadunidense, el dólar. Ello conlleva a que se forjen estos grupos para buscar una salida a sus situaciones marginales.

Se sigue sin ejercer presión para desaparecer estos grupos que tanto terror ocasionan en los mexicanos y cuando se hace, son silenciados por los mismos gobiernos que están coludidos en estas instituciones contra la naturaleza humana. Con inseguridad no se puede afirmar que vivimos en una democracia transitoria.

Entonces, ¿Cuál es la democracia que va en ascenso según los indicadores?

La cultura política de los mexicanos es escasa y sin elementos suficientes para ser expertos en la materia, o dado el caso saber cómo se maneja su país. “Si existe alguna esperanza, reside en los pobres” apunta George Orwell en su libro 1984. Esos pobres son ignorantes y poco competitivos, esos educa a ciudadanos que no saben lo que quieren o qué filosofía política elegir. Por esos los votos son desperdiciados o muchos mexicanos deciden anularlo y/o otorgarlo al primero que ve en la boleta electoral.

Sí, las alternancias dentro de los Congresos son cada vez más notorias, el PRI ha perdido terreno, el ejemplo claro fueron las elecciones del año dos mil y dos mil seis, donde ganó el Partido Acción Nacional la Presidencia de la República. Los enemigos públicos dejan de serlo, ya no se tiene un rival dentro del status quo para manifestar lo incorrecto de la Nación, los partidos políticos acarren más y más sujetos en pro en conseguir la residencia de los Pinos. Lo terrible es encontrar la similitud que existe en todos los partidos, ideas centralistas, derechistas o izquierdistas son demagogas y todas llevan al bien común de sus propios partidos políticos.

Ya la democracia es un sueño arcaico, no conseguiremos más que migajas hasta el infinito.


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