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La paz por un Diamante de Sangre

La violencia, es la forma más generalizada de adoptar una manera lineal de ver el trazo por el cual cursa nuestro adorado mundo. Crecemos con la esperanza de ser partícipes y funcionarios de la paz en nuestra sociedad, en ocasiones, sin importar el método escogido para simularla o realizarla. Corriendo por esta vereda, entramos en el tope de lo radical en materia de la paz. ¿Son visiones de soñadores? ¿Metáforas del oráculo? ¿Relatos bíblicos?

El siglo XXI, se ha observado bañado de sangre, ante la cámara y un espectador atento a las noticias. A cada instante, aparece un nuevo relato o reportaje sobre los desaparecidos forzados en México en las Tierras Calientes, los asesinatos de estos mismos grupos delictivos a civiles o miembros de partidos políticos (siendo que ya muchos ejercen el poder fungiendo en puestos públicos); la participación de las clicas en El San Salvador y la guerra que no espera fin o tregua; los múltiples golpes de Estado en las Naciones tercermundistas de África, las masacres y bombardeos por grupos terroristas como ISIS a países como Siria, Francia y el resto de Medio Oriente; y sin dejar a un lado, la búsqueda por seguir explotando los recursos naturales.

Solidificamos la Tierra a un Diamante de Sangre. Cautiva a la vista, pero pasa por el proceso más cruel y desgarrador. Irónicamente, a un niño le pudieron cortar la mano derecha o izquierda como castigo por querer poseer uno de los diamantes en los países como Sierra Leona.

¿La paz merece un costo? Parece que es imperativo y una prioridad afirmar que sí. Debemos pagar ante el recaudador de impuesto visceral y engañoso. No sabemos si nos tima o firmamos la condena. La pauta, es comportarnos como animales o bestias desencadenadas en circos y ferias de condado.

Recordemos la historia. ¿Cuántos locos mesías prometieron traer consigo la paz a cambio de nuestra fidelidad y entrega de nuestro cuerpo físico? Rememoramos a fanáticos de la paz como Hitler, Kim Jong-il y su cachorro sucesor, Fidel Castro, todos los dictadores de Sudamérica en los años XX, Stanlin y a los dos maniáticos correctos que escribieron acerca de El Gran Hermano o Yo el Supremo. Lamentablemente, escribiríamos un libro completo solamente por citar los nombres de los portadores de la bandera libertaria que han fracaso y caído como fascistas.

Hablar de paz, significa dañar de ignominia o cometer el pecado del vituperio. No tiene más vertientes o personajes subalternos que guíen al ser humano a conseguir esa fuerza metafísica. Los líderes se encargan de dictar las leyes que nos encaminen a la victoria, conseguimos derrota tras conquista. Ya no somos bizarros o arrostramos la encomienda de sobrevivir constantemente. Nos volvimos álgidos, mansos y domesticables. Ya ni el diccionario explica el significado de libertad o paz como en un principio, es un verbo sinsabor.

Mientras acaba de girar el planeta, mantendremos la solución más prometedora al instante. “Otorgaremos nuestra vida al crimen organizado y la violencia”. Tómenme por chiflado, pero es lo que siempre se ha escogido. En México, los narcos son tendencia o la nueva clase social, superando al burgués.

Llena de rabia y coraje no poder hacer nada. Supera el poderoso al débil y soñador en todo campo de batalla o salón de juego didáctico y lúdico.

La violencia es pan y vino. Nos congregamos cada fin de semana a adquirir más enseñanzas que enriquezcan esta parte. Es cansado, agotador y nefasto, pero no decidimos cambiarlo o intercambiarlo por otro bien que satisfaga la misma boca, pero con más dulzura. Perdimos la virtud. La metamorfosis nos convirtió en autómatas de la violencia y en consumidores progresivos.


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