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Sueños de libertad democráticos

“México tiene hambre y sed de justicia”. Una frase dicha por el ex aspirante a la presidencia de la República Mexicana Luis Donaldo Colosio en uno de sus discursos, un 6 de marzo del año 1994. Marcó el espíritu lleno de furia de los mexicanos por cambiar las irregularidades dentro del sistema político mexicano. Dentro de un sistema fallido, equívoco, acreedor a facilitar la corrupción, con gobernantes observando como muere su pueblo sin remordimiento alguno, sin libertad de manejar sus propias realidades.

Con dolor dentro de sus cuerdas vocales cada quince de septiembre que transcurre en territorios mexicanos se alza la voz de “Vivan los héroes que nos dieron libertad”, “Viva México, viva México, viva Méx…”. Sonando con exasperación la palabra libertad.

Sin libertad alguna los seres humanos son oprimidos hasta dar fruto amargo. La expresión de sus rostros es fingida, su propia fragancia de felicidad huela a azufre, sus huesos crujen en una melodía de esclavo del sistema y sus vistas apuntadas hacia un horizonte donde a lo lejos se ve una montaña llamada democracia, custodiada por un perro de caza salvaje llamado gobierno.

Es entendible que el único señor capaz de brindar a cada uno de los humanos una democracia digna, es aquel que se siente en un banquillo cada cierto periodo de tiempo, otros hasta que la muerte reclame su alma y unos más hasta que son derrocados. Los llaman Presidentes, Reyes, Dictadores y en su defecto dioses. Valiéndose de las leyes estipuladas dentro de las constituciones de cada país hacen valer los derechos de igualdad, economía, educación, un albedrío de profetizar (no en todas las Naciones) cualquier religión, derechos de vivienda, convivencia, derecho a escoger bajo sus propios criterios a los próximos representantes que regirán su país con la ayuda del voto. Tantas estipulaciones escritas con la misión de lograr dentro de los gobernados libertad.

Centrándonos en las naciones de América Latina, incluyendo México, la democracia se revela como un ente escalofriante, clasista y mentiroso. Las clases sociales son exageradamente notorias y fáciles de catalogar. Un principio básico de democracia donde cada persona vale lo mismo que cualquier otra es deshecho de principio a fin.

Las oportunidades son otorgadas a los que pueden adquirirlas. Servicios básicos como agua potable, luz eléctrica, servicios de salud, salubridad o una vivienda apropiada para albergar una familia de escasos recursos, es un sueño difícil de costear para partes de la población denominadas como pobres. La mano sagrada del gobierno no toma las herramientas necesarias para construir a estos sectores marginados las fuentes donde se producirán cada uno de los recursos necesarios para la existencia humana.

“La verdad os hará libres”. La verdad es el verbo que al final evolucionará en carne. La forma de labrar esa libertad es con educación, enseñada en los recintos de aprendizaje llamados escuelas. Educación para cada habitante dentro de las naciones, sin importar religión, raza, índole política o clase social. Una brecha para fabricar dosis de democracia.

Grande cantidades de la población, en las diferentes naciones de América Latina son analfabetas. Especialmente los indígenas que deciden vivir acorde a su cultura ancestral. El problema radica cuando estos indígenas deciden adentrarse en el ámbito local del desarrollo social. Son inoperantes, ignorantes e inútiles para laborar dentro de varias actividades. Todo ello por no ser beneficiados con los celestiales dones concedidos con educación. Y se va al alza cuando no poseen un vocabulario repleto del idioma común de América Latina, el español. Las letras o libros se van para los bendecidos nacidos en cunas de paja.

No se detiene la oportunidad de una superación dentro de la educación en civilizaciones indígenas. Las oportunidades para aquellos que anhelan concluir sus estudios mediante una licenciatura son escasas. Becas que son tomadas por personas que no requieren de esa ayuda financiera son pan de cada día, sumando casos donde en su mayoría jóvenes no pueden pagar las cantidades elevadas de una Universidad. O simplemente la persona decide ya no estudiar, y adentrarse de lleno a un mercado laborar que exige un título universitario. Podría decirse que es por falta de educación la determinación de no volver a un salón de clases, pero son esas personas las que dicen gozar una libertad.

Desarrollo social para las personas que son analfabetas o con un grado de estudios mínimo es remarcado con trabajos de salario reducido. Operando en empresas con puestos primarios. Ganando las monedas de sus países que no son rivales para el dólar del Imperio Norteamericano. Una ocasión para sobresalir y fundar negocios para independizar sus propias ganancias es pisoteada por la realidad de su falta de preparación y el poder otorgado a porcentajes de empresas que controlan el dinero.

Expertos culpan al capitalismo desenfrenado de hacer más visible las distinciones entre clases sociales y una accesibilidad nula por conseguir más beaticos. Pueden tener razón. Las ciudadanías son cosechadas por los poderosos dentro las naciones. Una democracia económica, donde todos los recursos sean repartidos con inteligencia, homogeneidad o en mismas cantidades es heterogénea o abigarrada.

El dinero es despilfarrado o entregado bajo la mesa a los acaudalados. Mientras los otros esperan que resbalen billetes bajo esas transacciones.

A pesar de todas estas situaciones los habitantes de los países latinoamericanos recalcan ser libres bajo la democracia. El voto sigue manteniendo viva esta utopía en los seres humanos. Sin el derecho al voto para escoger a los próximos gobernantes es cierto que no se lograría una plena democracia. Detenerse a esa propaganda es exigir el yugo infructífero e ineficaz de los gobernantes. Las muchas definiciones de democracia o los estudios alrededor del tiempo confirman que existen más factores que encaminan a este sueño, unos más nos llevan a la iluminación para ejercerla igualitariamente.

En Latinoamérica se seguirá aspirando conseguir capsulas somníferas con pocas cantidades de cianuro, en cajas de distribución comercial bajo el nombre de democracia. Seguir manteniéndose al voto es un salto de fe en un precipicio repleto de quimeras. Los derechos constitucionales no son validados, y siguen fabricando carnes de cañón llamadas personas. México y otros países latinoamericanos seguirán, hasta el fin de los tiempos gritando “Viva la libertad” y la democracia en fabulas comerciales.


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